150 mil olivos de la variedad Barnea corrían el riesgo de quedar abandonadas por un doble factor, clima extremo desértico y la consiguiente falta de agua. Con el fin último de rescatar la plantación se inició un camino casi desesperado por buscar una solución adecuada. El problema se agravó cuando la iniciativa de encontrar el preciado líquido con el que alimentar a los olivos, dio con una reserva de agua salada. Ante esta contrariedad, se retomó la firme decisión de continuar… el resto es parte de la historia.
Gracias a este hecho, se descubrió que la variedad Barnea es tolerante al agua con cierto grado de salinidad, matizando su aceite al ser regada con dicha agua.
Hoy se comercializa en los cinco continentes y con demanda creciente, un excelente AOVE producido por olivos regados únicamente con agua salina y bajo condiciones climáticas extremas.
Debilidad que se ha convertido en ventaja competitiva, gracias a una estrategia llevada con tesón y buen hacer.