La palabra óleo, derivada del latín oleum (aceite de oliva), tiene una historia profunda y un significado que trasciende su uso culinario. En el mundo antiguo, el aceite de oliva ya no era solo alimento: era medicina, cosmético, ayuda terapéutica y hasta vehículo artístico.

El médico griego Galeno (129–c. 199 d. C.), nacido en Pérgamo (actual Turquía), describió el uso del aceite de oliva virgen extra mezclado con agua y cera de abeja como una crema que confería elasticidad a la piel. En su época el AOVE (o sus formas antiguas) se utilizaba para el cuidado corporal: los griegos se bañaban con agua y esponja, y luego se aplicaban aceite para contrarrestar la sequedad de las aguas calcáreas y suavizar la piel. Galeno, considerado uno de los grandes médicos después de Hipócrates, recogió en sus tratados las virtudes terapéuticas del aceite, usándolo también como vehículo para compuestos medicinales.

Aunque el uso del aceite en el arte no fue uniforme ni continuo, existe tradición de que desde el mundo romano se experimentó con medios oleosos en decoraciones y pinturas murales. Algunos documentos medievales tempranos (como el Schedula del monje Theophilus, en el siglo XI) mencionan el uso de ligantes grasos para pintar.

En la pintura moderna, el término óleo se asocia inmediatamente con la técnica en la que pigmentos se disuelven o mezclan con un aceite secante. La clave está en que estos aceites —a diferencia de los aceites alimentarios— se oxidan y endurecen con el tiempo, formando una película estable.

Sin embargo, la práctica artística del óleo como la conocemos no se cimentó con el uso del aceite de oliva. Desde tiempos más recientes, los artistas han preferido aceites que secan con mayor rapidez y ofrecen mejores propiedades de trabajo: el aceite de linaza es el más usado en Europa desde al menos el siglo XIII. Otros aceites empleados incluyen el de amapola, nuez o cártamo, y en ocasiones mezclas especiales (por ejemplo, con resinas o ceras) para mejorar la fluidez o reducir riesgo de craquelado.

Entre los artistas más representativos en el desarrollo del óleo destacan Jan van Eyck y Antonello da Messina. Van Eyck, activo en el siglo XV en Flandes, perfeccionó la técnica por capas y veladuras, consiguiendo efectos lumínicos, gran detalle y una profundidad pictórica inédita. Se le atribuye la consolidación del óleo como técnica artística fundamental en el arte europeo. Antonello da Messina, por su parte, introdujo en Italia influencias del arte flamenco y fue señalado por Vasari como quien “llevó el óleo a Italia”, aunque en realidad su mérito estuvo más en la difusión y adaptación de la técnica que en su invención. Una de sus obras emblemáticas, Portrait of a Man (1475–76), está realizada en óleo sobre tabla y exhibe una mezcla de detallismo flamenco con el temperamento del Renacimiento italiano.

Así pues, aunque el AOVE no es el aceite empleado hoy en las pinturas al óleo, su papel histórico trasciende lo culinario y medicinal: la palabra óleo evoca ese vínculo ancestral entre el aceite y la expresión artística, y recuerda que el aceite de oliva participó (aunque indirectamente) en el trayecto que condujo al desarrollo de una técnica pictórica emblemática del arte europeo.