Aunque es demasiado pronto y nos debemos a la prudencia en lo referente a la previsión de la próxima campaña, esta sin lugar a dudas a nivel internacional será alta, e igualmente sucederá en nuestro país. Si nos atenemos a lo sucedido en los últimos 20 años, siempre que España ha ostentado una elevada producción, la cotización de los precios han sufrido tensiones a la baja en origen.

Si nos atenemos a la descomposición del consumo en España de aceite de oliva, de las aproximadamente 550 mil toneladas de la demanda interna, 350 mil se destinan a consumo en los hogares, y casi 200 mil a colectividades, restauración, hostelería e industria alimentaria. El resto de producción, iría orientado al consumo en exportaciones.

La hostelería, restauración, y colectividades, verán afectados su consumo por el confinamiento, y los hogares, del mismo modo, sufrirán por la caída de renta, y consiguiente limitación del gasto destinado a todo tipo de productos, incluidos aceites de oliva, a ello se ha de sumar el efecto de la nueva Ley de Cadena Agroalimentaria, que hasta su definitivo enunciado, está afectando a la demanda de productos nacionales, y orientándose al mercado exterior, y aceites procedentes de olivares modernos.

En el entorno internacional, por el efecto Mercosur y Trump, también veremos mermadas nuestras capacidades para poder exportar a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, así como, a Estados Unidos.

En un entorno como este, lo ideal sería detraer del mercado, al precio que resultara adecuado, 300 o 350 mil toneladas de aceites de oliva, en connivencia con hostelería, colectividades, industria alimentaria, beneficiándose todos los sectores mencionados de dicho acuerdo e detracción, a un precio, como decimos prefijado y acordado entre todos los operadores.

La prórroga del almacenamiento solo traería efectos mínimos, y traspasar el problema hacia adelante en el tiempo, cuyo objeto solo sería efectivo en un momento improbable de poca producción mundial cercano en el tiempo.

Adicionalmente nuestros olivareros deberían de anticipar la recolección, lo máximo posible, pues en pocas ocasiones se han manifestado diferencias de cotización tan elevadas como las experimentadas actualmente entre lampantes y vírgenes extra, habiendo llegado a los 70 céntimos de euro.

Y paralelamente, se ha de destinar el mayor esfuerzo posible a colocar el aceite disponible, vía promoción de la demanda, por parte de organismos gubernamentales y no, orientados a tal fin, y a través de acuerdos prioritarios de detracción de stock por parte de sectores de consumo elevado de aceites de oliva. El alargamiento del plazo de almacenamiento privado, resultaría ser exclusivamente un paliativo no definitivo para el sector.