La olivicultura nacional, como si se tratara de un barquito fondeado en la orilla del mar, son muchas las ola que le azotan y azotarán durante la próxima campaña, algunas propias del sector y otras impropias.

En primer lugar, aunque es pronto para prever cual será la campaña del año próximo, y nos debemos a la prudencia, no se ha de descartar utilizar los datos con que contamos, en primer lugar la climatología es buena, y de las 10 ultimas campañas mundiales, 7 superaron los 3 millones de toneladas de aceite de oliva, esto unido a las existencias previstas a fin de campaña vislumbran una oferta, que toda probabilidad, superará a la oferta, con su consiguiente efecto en los precios.

El corona virus está teniendo unos efectos perniciosos en la economía mundial, y ello afectará a la demanda de aceite de oliva de dos formas, una caída de renta que se trasladará a la intención de compra, y una restauración, hostelería y colectividades, que han dejado de consumir, todo ello acabará educiendo el consumo de aceite de oliva.

Trump, con sus dichosos aranceles, nos ha hecho perder el denominado principio de oportunidad, y colateralmente ha beneficiado a países como Portugal, Italia, Grecia, Túnez, Argentina, etc. mientras nosotros no vendemos nuestros aceites en Estados Unidos, ellos venden nuestra porción correspondiente, beneficiándose al mismo tiempo de cotizaciones superiores.

Mercosur, con la salida de las negociones, de forma repentina de Argentina, el panorama de los aceites de oliva europeos es un auténtico desastre, si todo sigue tal cual en el borrador del acuerdo, los aceites procedentes de Mercosur dejarán de pagar aranceles a su entrada a Europa y nosotros, los europeos para vender a ellos en Argentina se continuará pagando un impuesto del 31,50% y del 10% si el destino de la exportación es Brasil, Paraguay o Uruguay.

El Brexit por ahora no nos afecta en términos arancelarios, pero cuidado, afecta a las mantequillas, y atunes en aceite, como ejemplo de productos cercanos, y en la PAC, se dejarán de contar con 3.000 millones de euros con los que anteriormente sí que se contaba.

La Ley de Cadena de Valor, una herramienta creada seguro con buenos principios, por su puesta, en escena ha atado las manos a los olivicultores menos competitivos quedando limitado su emprendimiento, y no pudiendo vender bajo coste, cuando el mercado cotiza a unos precios inferiores a los gastos de producción, todo ello está volviendo a beneficiar a aceites de fuera de España que están cubriendo la imposibilidad de compra venta de los aceites cuyo origen es olivar tradicional, nuevamente desplazando nuestro producto.

Por lo tanto, no hay mejor alternativa que estar especialmente informado de lo que nos depara o está deparando para poder instrumentar medidas encaminadas a obtener las mejores cotizaciones por nuestro aceite, pero teniendo en cuenta, cual es y será la situación real del entorno.