En un giro histórico que suena casi literario, la expansión del cultivo de olivos y la producción de aceite de oliva virgen extra en Australia tiene sus raíces en los muros de una prisión: la Adelaide Gaol. Corría el año 1870 cuando, por primera vez, los internos de ese penal comenzaron a plantar, cuidar, recolectar y prensar aceitunas, instalando lo que sería la primera operación comercial exitosa de aceite de oliva en el país.
Aunque los olivos habían sido introducidos a Australia a comienzos del siglo XIX, posiblemente ya en 1805 en Nueva Gales del Sur, no fue hasta décadas después cuando surgieron los primeros ensayos comerciales.
En Adelaide, la idea vino de la mano del entonces sheriff, William Boothby, quien vio en los presos una mano de obra disponible y decidió ponerlos a trabajar en la plantación de olivos como forma de ocupación.
Fue así que la cárcel, más conocida por sus reos y muros de piedra que por agricultura, se transformó en una suerte de vivero pionero del aceite de oliva. Aquel primer aceite de oliva virgen, producido entre rejas, se vendía a 10–12 chelines el galón.

Recorte de periódico de la época donde se recoge la iniciativa del cultivo de aceituna en la cárcel de Adelaida, y su producción de aceite de oliva.
El éxito en la cárcel impulsó a otros productores en la zona. Un buen ejemplo fue la Stonyfell Olive Company, fundada poco después, que comenzó en 1873 con un cultivo mucho más ambicioso y terminó con centenares de acres dedicados al olivo.
Durante décadas, el olivo prosperó en regiones como South Australia y Victoria, expandiéndose desde las primeras plantaciones en Adelaide hasta zonas rurales como Dookie o Mildura.
No obstante, la producción local sufrió altibajos: a finales del siglo XIX la demanda decayó, y en gran parte del siglo XX el aceite australiano no logró competir con las importaciones baratas.
El olivar nacido en una prisión parece una nota curiosa, casi anecdótica. Pero lo cierto es que esa experiencia marcó el arranque de una industria local de aceite de oliva. Con el tiempo, y tras décadas de retroceso, el sector resurgió, especialmente con la llegada de inmigrantes europeos tras la Segunda Guerra Mundial y el renovado interés por un aceite de oliva virgen extra de calidad.
Hoy, cuando un australiano vierte aceite de oliva sobre una ensalada, esa gota puede tener, indirectamente, su origen en una prisión del siglo XIX. Es una historia de reclusión, trabajo forzado y de redención agrícola.
Lo que nació como una solución penal, emplear presos en tareas agrícolas, terminó por sembrar las semillas de una tradición que hoy forma parte de la identidad gastronómica australiana.
A veces, las raíces más inesperadas dan fruto.
