El aceite de oliva era un gran pilar en el imperio romano, tanto a nivel de cultivo, de industria y de consumo, se estima que en algunas regiones del imperio se consumían 50 litros de aceite por persona y año, una cantidad mucho mayor que el actual mayor consumo de aceite de oliva  de 20 litros por persona y año que se consumen en Grecia, este hecho referencia que el aceite de oliva era una parte importante de la identidad romana.

Al igual que el vino  y el pan, el aceite de oliva es un símbolo de vital importancia para los romanos, ya que simbolizaba la profunda relación entre la naturaleza y la voluntad del hombre romano capaz de elaborar estos tres pilares como lo eran el aceite, vino y pan. Era una parte tan importante y esencial de su identidad, que el sector del aceite de oliva se convirtió en una industria extremadamente lucrativa en el imperio, similar a lo que representa hoy en día el petróleo, cuyo origen etimológico del latín es ‘petray ‘oleum’, piedra y aceite de oliva. Aceite de oliva que emanaba de la tierra.

Uno de los ejemplos más evidentes de la gran importancia del aceite de oliva en el Imperio Romano se puede encontrar en la orilla sur del río Tíber, en Roma, en el Monte Testaccio.

Uno puede mirar y observar una colina de dos hectáreas de base con más de 50 metros de altitud, cubierta de hierba. A simple vista puede parecer un simple cerro, pero en realidad es una colina que alberga en su interior más de 53 millones de restos de ánforas de aceite de oliva depositadas allí durante los siglos I y III d.C procedentes de la Bética (España) y Tripolitania (norte de África) principales y potenciales productores de aceite de oliva en la época romana. La mayoría de las ánforas tenían una capacidad de 70 litros, y se cree que la cantidad total de aceite de oliva que se albergó en ellas es de alrededor de 6 mil millones de litros de aceite de oliva.

Dado que el comercio de aceite de oliva era tan rentable, también atrajo a muchos estafadores. El famoso Galenromano observó que algunos comerciantes de aceite oliva  mezclaba aceite de oliva de primera calidad con manteca licuada para obtener mayores ganancias. Para prevenir este tipo de fraudes, los romanos desarrollaron un sistema singular,el etiquetado, en el que los funcionarios romanos estampaban notas en tinta negra o roja en cada ánfora, sellándolas así y  asegurando que ningún intermediario u otro agente que manipulara el envío desde el norte de África o España adulterara el envió con fines lucrativos. Las notas incluirían la localidad de origen donde se produjo el aceite de oliva, el nombre del productor, el peso, la calidad y el nombre del importador que lo recibiría.

En el Monte Testaccio, se puede encontrar una gran variedad de estas ánforas selladas y etiquetadas por el estado. Por lo tanto, en lugar de reconocerlo como un vertedero, como se pensaba en la antigüedad, hoy en día se considera un monumento a la magnitud y calidad del comercio del aceite de oliva romano.