El olivo es un árbol que forma parte de la historia de la humanidad, primero en la región mediterránea y luego en los cinco continentes. Su historia ha sido temática de múltiples relatos que alimentaron la mitología del árbol y sus productos derivados, las aceitunas y el aceite de oliva. Sin embargo estos relatos se refieren a un período relativamente breve del proceso de domesticación del olivo y el inicio de su utilización como fuente de alimentación por el hombre.

Su origen se pierde en el tiempo y las evidencias históricas y biológicas se remontan a millones de años. El género Olea, está representado por varias especies que se distribuyen por Europa, Asia, África y Oceanía. La especie Olea europaea, es la que con el correr del tiempo dio origen a lo que hoy denominamos “olivo cultivado”(Green and Wickens, 1989; Browicz and Zielinski, 1990).

El olivo silvestre Olea europaea subsp. europaea var. sylvestris (Mill) Lehr (“oleaster”) es el ancestro del olivo cultivado según evidencias genéticas, fósiles y sub/fósiles que datan de millones de años sobre el sur del continente europeo, norte de África y Oeste de Asia (Besnard et al. 2013). Estos autores proponen tres posibles escenarios de distribución que abarcan desde el período interglacial (120-140 mil años) hasta las actuales condiciones climáticas.

La domesticación, es un ejemplo de co-evolución planta-animal que se cruza con la evolución humana. Esta práctica se desarrolló durante el período neolítico, entre 12 y 15 mil años atrás, que consiste en el uso humano de especies vegetales y animales que conducen a cambios morfológicos y fisiológicos, que distinguen las formas domesticados de sus ancestros salvajes. Fue una de las innovaciones tecnológicas más importantes en la historia de la humanidad (Puruganan et al. 2009).

Este proceso ha sido largo y continuo e implicó numerosos intercambios genéticos entre árboles cultivados y silvestres. Existen evidencias genéticas de su ocurrencia en la cuenca mediterránea occidental y oriental indicando que los olivos silvestres se aislaron en dos áreas distantes, patrón congruente con el de muchas otras especies de árboles y arbustos. La mayor diversidad del linaje de la cuenca del Mediterráneo oriental sugiere que el olivo silvestre se originó en esta área (Lavee & Zohary, 2011; Díez et al. 2015; Besnard et al. 2018).

Resulta llamativo la estructura filogeográfica en poblaciones de la mosca del olivo considerada la principal plaga del olivo cultivado, que también muestra tres linajes con una distribución específica en el Levante (este del Mediterráneo), el área del Egeo con Italia continental y el cuenca del Mediterráneo occidental. Estas subdivisiones geográficas pueden así reflejar tres refugios principales durante las glaciaciones cuaternarias que hipotéticamente se comparten con su huésped.

El olivo cultivado Olea europaea subsp. europaea var. europaea L se originó a partir de Olea europaea subsp. europaea var. sylvestris (Mill) Lehr por selección artificial de poblaciones silvestres. En base a muestras silvestres y cultivares procedentes de la región norte del Levante Israelí (área cercana a la frontera siria/turca) se propone esta zona como el principal centro de domesticación de olivos, 6.500 años AC (Figura 1-a) (Barazani et al. 2016).

En dicha zona, crecen poblaciones de olivos silvestres que se pueden encontrar en los maquis mediterráneos (campos cubiertos de malezas)(Figura 1-b) y garrigas (ecosistemas resultantes del sobrepastoreo por parte del hombre) (Figura 1-c) de las cordilleras del Carmel y el oeste de Galilea. Partiendo de técnicas genéticas se determinó la información que poseían estas poblaciones silvestres y formas ferales abandonadas, resultantes de la hibridación entre, árboles silvestres y cultivados. También se analizaron árboles procedentes de áreas lejanas a las cultivadas que indicaban un origen presumiblemente silvestre. Posteriormente se compararon con olivos viejos injertados y olivos cultivados de diferentes poblaciones.

Dos de los sitios se podían considerar como silvestres, lo que confirmaba la presencia en Carmel y Galilea (Figura 1-a), de poblaciones genéticamente similares a los “oleasters” de Turquía y Siria. En base a evidencias que la mayoría de los viejos olivos en el sudeste del Mediterráneo se mantuvieron mediante injertos (> 80%), la similitud genética de las dos poblaciones silvestres y las varetas o chupones de los viejos olivos cultivados, implicaría que se injertaron olivos domesticados en pies silvestres.

Se concluye que algunas de las plantaciones analizadas como Olea europaea subsp. europaea var. sylvestris se usaron en el pasado como portainjertos. Es más probable que el primer acervo genético domesticado del olivo se haya extendido con la agricultura, primero a todo el Levante y Chipre antes de difundirse por el Mediterráneo occidental. Las evidencias genéticas de orígenes multilocales de cultivares reportados previamente, pueden explicarse por eventos de domesticación secundarios que involucran cruces entre cultivares recién introducidos y “oleasters” locales en todo el Mediterráneo.

La datación de estos montes fue complementada con estudios de miles de huesos triturados y pulpa de aceituna que se encontraron en fosas en el asentamiento prehistórico de Kfar Samir en la costa de Carmel al sur de Haifa (Israel) (Figura 2)(Galili et al. 1997). Observaciones en este sitio, y en otro asentamiento costero del Neolítico tardío al Calcolítico temprano, registran que la tecnología de elaboración de aceite de oliva comenzó a lo largo de la llanura costera de Carmel hace 6500 años, aproximadamente 500 años antes de lo que se sostenía anteriormente. Estos hallazgos se dataron cronológicamente en base a la herramienta de Carbono 14, permitiendo asegurar con gran certeza el inicio de la producción de aceite de oliva a lo largo de la costa sur de Levante durante el séptimo milenio antes de Cristo.

En este yacimiento se hallaron fragmentos de epidermis y pulpa del fruto de aceitunas similares a los que resultan actualmente del proceso de elaboración de aceite (Figura 3-a), además de restos de huesos triturados de aceitunas con bordes afilados (Figura 3-b,c), así como restos de polen. Todos estos elementos estaban acompañados de morteros (Figura 4-b), herramientas, esteras de tejido (posiblemente para la separación de fases sólidas y líquido).

La situación geográfica de este yacimiento a 15 kilómetros de Carmel, permite suponer que los restos de frutos procesados y polen provenían de los olivos que se encuentran en esa zona, descritos por Barazani et al (2016).

También se hallaron depósitos con huesos enteros de aceitunas (Figura 4-a), que por la proximidad a fuentes de agua salada, podrían haber sido empleados para el proceso de tratamiento de frutas de olivo con fines de alimentación.

Estos dos hechos puestos en contexto permiten proponer a la costa de Israel al sur de Haifa y al Oeste de Carmel como el yacimiento más antiguo que muestra conjuntamente la industrialización de aceituna (Galili et al. 1997) y domesticación de olivos silvestres aproximadamente 6500 años antes de Cristo (Barazani et al. 2016).

Figura 1 (a) Ubicación de las poblaciones de olivos (b; Olivos de crecimiento natural en Galilea en Idmit, de tipo “maquis”; (c) formación típica de “garriga” en Zurit (Barazani et al. 2016).

 

Figura 2. Sitios prehistóricos sumergidos de la costa de Carmel estudiados por Galili et al. 1997

Figura 3. Materiales hallados en el yacimiento Kfair Samir (a) Mezcla de huesos de aceituna triturados y pulpa; (b) Huesos de aceituna enteros; (c) Huesos de aceituna triturados, con bordes afilados. (Escala de barras = 1 cm.) (Galili et al. 1997)

Figura 4.(a) Cuenco de madera y (b) Palangana de piedra, utilizada para triturar aceitunas, encontradas en Kfar Samir (Galili et al. 1997).