El planeta dedica hoy aproximadamente 4.800 millones de hectáreas a la agricultura —es decir, a tierras cultivadas o de pastoreo—, lo que representa más de un tercio de la superficie terrestre global. Dentro de ese volumen gigantesco, la tierra destinada a cultivos anuales (arables) ronda los 1.600 millones de hectáreas, mientras que los pastizales y praderas permanentes ocupan alrededor de 3.200 millones de hectáreas. De dicha superficie, 72.9 millones de hectáreas se dedican a cultivos permanentes leñosos. En cuanto a países, destacan que naciones como India, Estados Unidos y China concentran las mayores zonas de tierra arable del mundo (por ejemplo, India y EE.UU. superan los 150 millones de hectáreas cada una).
Los principales cultivos sobre estas superficies agrícolas incluyen cereales (trigo, maíz, arroz), oleaginosas (soja, girasol), cultivos permanentes leñosos (Palma, olivar, frutas, nueces, viñedos) y pasturas para ganadería. Cada tipo exige rendimientos distintos, tecnología específica, riego o no, y décadas de planificación agronómica. Así pues, estamos ante un escenario donde miles de millones de hectáreas están en manos de múltiples actores —Estados, cooperativas, empresas—, en un tablero global de producción alimentaria, materias primas y tierra cultivable.
En ese vasto tablero agrario surge un dato que puede pasar desapercibido: una sola corporación ha logrado acumular una superficie propia de varios estados medianos. Esa empresa controla aproximadamente 2,36 millones de hectáreas de tierras agrícolas dispersas por el mundo. Y no solo eso: también lidera la producción de almendras a nivel global, con una producción estimada de 60.000 toneladas de almendra al año. El volumen de 2,36 millones de hectáreas equivale a más de 23.600 km², es decir, una extensión mayor que muchos países europeos pequeños. Y en el cultivo de almendras, hablamos de decenas de miles de hectáreas (más de 20.000 ha) dedicadas únicamente a ese fruto seco de alto valor.
La dispersión geográfica de sus tierras abarca regiones tan diversas como África (por ejemplo, Gabón, República del Congo), Asia-Pacífico (por ejemplo, Indonesia, República Democrática Popular Laos) y Oceanía/América (por ejemplo, Australia, Estados Unidos). Este protagonista, por tanto, representa un fenómeno en el mundo agrícola: la acumulación corporativa de tierra y producción agroindustrial a escala global.
La corporación en cuestión es la Olam Group, con sede en Singapur, cuyos datos principales podemos resumir:
- Superficie bajo control: 2,36 millones de hectáreas agrícolas propias o de operación directa.
- Producción de almendra: 60.000 t al año nominalmente.
Área de almendros específicamente: más de 20.000 hectáreas, especialmente en Australia y Estados Unidos (por ejemplo, en Australia unas 15.000 ha distribuidas en 11 granjas en el distrito Sunraysia). - Volumen de negocio: para 2021, Olam International reportó ingresos por aproximadamente 47.000 millones de dólares (dólares de Singapur).
- Operaciones globales: Presente en más de 60 países, con una cadena de valor que abarca desde la producción, procesamiento, distribución hasta el comercio.
- Cultivo de almendra y capacidad instalada: hizo en 2013 una planta de procesado de almendra en Australia (inversión de más de 60 millones de dólares australianos) para más de 40.000 t/año de cáscara y procesado.
- Adquisiciones estratégicas: en 2019 compró la empresa californiana de procesado de almendras Hughson Nut Inc. por US$ 54 millones para integración vertical. Olam Group
En un planeta donde casi la mitad de la tierra habitable está ya dedicada a la agricultura, y donde las decisiones sobre qué se cultiva, dónde, a qué escala, y bajo qué condiciones definen el futuro alimentario global, aparece una sola empresa que posee una huella agraria equivalente a un país entero, produce decenas de miles de toneladas de un cultivo estratégico como la almendra, y que opera en múltiples continentes con un modelo de integración vertical.
La existencia de este tipo de jugador corporativo reconfigura el sector agrario global: de la pequeña explotación familiar al mega-agronegocio multinacional.
