Simón de Cirene o El Cirineo fue, según los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, la persona que ayuda a cargar con la cruz de Jesús hasta el Gólgota, donde luego sería crucificado. En el texto se dice se dice que «venía del campo», de su haza de olivos muy probablemente.
Su ciudad de origen, Cirene, estaba situada en el norte de África, en la actual Libia, cuyo origen se remonta varios siglos antes de Cristo, y tierra donde se originó el cultivo del olivo tradicional, mantenido hasta nuestros días.
Poco se sabe de este personaje, salvo lo trascrito en el nuevo testamento. Se cree que su conocimiento y arraigo al olivar lo adquirido en su tierra de origen, le llevó hasta Jerusalén, donde compartió su sabiduría y se dedicó al cultivo de los olivos de la zona.
Según cuenta la leyenda, en Tesalia había una bella mujer que se dedicaba al pastoreo, su nombre era Cirene (hija del rey de los lapitas), célebres estos por luchar contra los centauros.
Apolo la observó un día en el bosque y se enamoró de ella cuando la vio luchar contra un león, al cual derrotó con sus propias manos, por lo que decidió raptarla y llevársela en su carro de oro. Huyó con ella al norte de África, a una región de Libia, cuyas tierras le regaló y que desde entonces se llamaron la región de Cirene.
Producto de ese amor nació un hijo al que llamaron Aristeo, el cual, sus padres, se lo confiaron a las Musas. Estas le enseñaron el arte de la predicción, la adivinación, el poder curativo de las plantas y todo lo relativo a la medicina basada en la herboristería. También le enseñaron la apicultura, las diferentes formas de cultivar el olivoy el arte cinegético. Es por ello que se domesticó a este árbol, y siguiendo sus enseñanzas se propagó como cultivo agrícola prioritario por todo el mediterráneo y posteriormente, al mundo.