Fue un bautismo de fuego en las antiguas tierras del Mediterráneo. La defensa aliada de Grecia y Creta contra el ataque alemán en abril y mayo de 1941 terminaría en una aplastante derrota.

Los neozelandeses sufrieron grandes pérdidas, pero en la feroz lucha cuerpo a cuerpo en Maleme y la calle 42, nació la leyenda del batallón maorí.

La calle 42 era un camino polvoriento sin sellar, bordeado de olivos centenarios y acebuchales que estaba hundido debajo de la tierra circundante con un terraplén elevado en su lado occidental. El batallón Maorí estaba formado por la Quinta Brigada de la División de Nueva Zelanda, fue enviado al norte de Grecia para defender de una posible invasión alemana a través de Bulgaria y Yugoslavia.

A mediados de mayo del 41 tuvo lugar uno de los primeros ataques aéreos del mundo, lo que provocó que el batallón maorí intentara por todos los medios recuperar el control del ataque, y es cuando en la calle 42, relatan los supervivientes, en búsqueda del control del ataque y al presenciar que las tropas enemigas emergían de los olivos y acebuchales presentes en la calle 42, debían de contraatacar al enemigo.

Utilizarían al olivo como aliado, sirviéndose de su protección y camuflándose a través de él, no dudaron en realizar un HAKA ante su adversario,una danza tradicional Maorí que históricamente ha sido utilizada como desafío a rivales en la guerra, representando de forma feroz, el orgullo, la fuerza y la unidad de la tribu.

Los neozelandeses produjeron gritos acompañados de movimientos bruscos de piernas y brazos a modo de danza que revolvían la sangre, el estruendo que se manifestaba por toda la arboleda de olivar y de acebuches fue tal,  que los enemigos, no esperaron para huir, pero los maorís bayesta en mano descargaron la furia de su HAKA sobre el enemigo, consiguiendo la victoria de este ataque.

Muchos de ellos creen, que la victoria estuvo propiciada en parte por la protección que los olivos y acebuches brindaron a los maories, otorgándole la fuerza y el valor y el coraje necesario para ballesta en mano contraatacar a su enemigo.