En una de sus innumerables desplazamientos, en busca de expandir, unir y defender su extenso imperio, regresó desde Roma hacia Europa, pasando por la “Vía Francígena”. En el corazón de la Toscana, se percató de que su ejercito había contraído un extraño virus que les hacía enfermar sin remedio.

Durante la noche, tuvo una visión: Un Ángel le indicó que distribuyera entre sus hombres un brebaje realizado con especias de la zona, hierbas locales, hojas de olivo y aceite de oliva virgen extra. Siguiendo sus indicaciones, preparó tan extraña infusión para su ejercito, el cual sanó en el mismo día, y quedaron dispuestos para seguir luchando por la creación de Europa.

Como agradecimiento, encontramos la abadía de San Antimo, fundada en el año 781 por Carlomagno. No en vano una de las dependencias del monasterio es una pequeña estancia donde se extrae un AOVE elaborado con frutos tempranos del corazón de la Toscana, que hace el delirio de visitantes y feligreses.

La devoción y tributo tanto a la abadía como al Aceite de Oliva que procesaba Carlomagno, fue continuada por toda la dinastía Carolingia, la cual otorgó, a lo largo de los años, más poder. Con el impulso carolingio, la comunidad inicia su período de apogeo. El abad de san Antimo fue condecorado con el título de Conde Palatino (conde y consejero del Sacro Imperio Romano). El examen de las cartas imperiales, entre las que se encuentran la de Enrique III del año 1051 y las papales, dan que numerosos territorios e iglesias fueron entregadas a la jurisdicción de la abadía: 96 entre castillos, terrenos, “poderi” y molinos; 85 entre monasterios, iglesias, parroquias y hospitales desde el “grossetano” al “pisoiese” pasando desde Siena a Florencia.

Carlomagno, sucesor en el trono del Rey Pipino el Breve, expandió los distintos reinos francos hasta transformarlos en un imperio, al que incorporó gran parte de Europa Occidental y Central. Conquistó Italia y fue coronado Imperator Augustus por el papa León III el 25 de diciembre de 800 en Roma.

Por todas sus hazañas y la constante lucha por expandir y unir los territorios del viejo contnente, a este conquistador amante del AOVE, se le conoce como el padre de Europa.