En la actualidad el olivo está presente en 67 países de los cinco continentes, de forma profesional e industrial, aun cuando de manera más amateur, lo podemos encontrar, además en Reino Unido, Alemania y Canadá. Por lo tanto, de un modo u otro los más de 11,5 millones de hectáreas de olivar que cubren el planeta, se extienden por todos aquellos rincones que la orografía, climatología y edafología, así lo permiten. En adelante, nos adentraremos en algunos de aquellos lugares, en que por su idiosincrasia, circunstancias o simplemente emplazamiento lo hace, cuanto menos interesante, exótico y sugerente, estando el olivo está presente.

En primer orden, La isla de Santa Helena, (Australia), se encuentra en Moreton Bay, a 5 km de la desembocadura del río Brisbane y unos 8 km al noreste de Manly. La isla de 166 hectáreas, tiene una historia fascinante.

Su período más significativo fue cuando funcionó como una prisión colonial de gran seguridad, desde 1867 y para reclusos de alta duración. Los presos tenían que cultivar y obtener sus propios alimentos, vendiendo productos para comprar bienes y equipos. Sorprendentemente, uno de sus productos más populares era el aceite de oliva virgen extra obtenido, por ellos mismos, a partir de olivos explotados y cultivados en la prisión, todo lo que les sobraba, se exportaba directamente a Italia.

En la década de 1920 se decidió transformar la prisión en una granja, de hecho, hay una variedad de olivo denominada Helena que aun preserva el recuerdo de la prisión, es muy similar a la Frantoio. Su aceite, especialmente sabroso por su textura y sabor, obtuvo el primer premio agrícola internacional de Australia. A día de hoy, los olivos aun dan fruto en la isla, en recuerdo de aquellos cautivos olivicultores.

Yéndonos a otro ámbito del planeta, Maui, (Estados Unidos), es una isla del archipiélago de las islas Hawái. Con una superficie total de 1880 km cuadrados, es la segunda isla en tamaño del archipiélago, y ostenta una población de 120 mil habitantes; es conocida por la fertilidad de sus tierras.

Encontrar en un clima subtropical destinado a aguacates, papayas y demás frutas de dicha naturaleza un terreno para olivar, no resulta fácil, por la climatología, pues se necesitan bajas y elevadas temperaturas, del mismo modo que la permanente humedad hawaiana perjudica los olivos, no obstante  en la franja que va desde Upper Olinda hasta Kamaole en Keokea, en la Isla de Maui se daba la situación perfecta, desde 2008 pueblan esta zona más de 10 mil olivos de un solo pie, de las variedades arbosana, cerasuola, y  picholine, a un marqueo, habitual de, 6 por 3, algunos de secano, y otros de riego en apoyo, con objeto de dar soporte al cultivo en los terrenos más áridos.   En 2015 se obtuvieron los primeros aceites de oliva vírgenes extra de Hawaii,  aceite verde, picante, afrutado y con un sabor robusto y complejo.

La complejidad y robustez de estos aceites se debe, sobre todo, a
un clima seco o semidesértico, tierras volcánicas y una altitud que va de 500 a 1.100 metros sobre el nivel del mar, ello hace de estos aceites de oliva vírgenes extra hawaianos, todo un oriundo placer culinario, el que se recoja el fruto y extraiga de forma tradicional, le aporta igualmente todo un plus de diferenciación.

Salt Spring, (Canadá), es una de las islas del Golfo, en el Estrecho de Georgia, entre La Columbia Británica continental, y la Isla de Vancouver.

Desde 2001, con diversos fracasos, y con varias pruebas de diferentes variedades, se cultiva Frantoio y Leccino, dedicadas, en principio, a aceituna de mesa, pero de forma gradual, paso a paso, surgió la plantación primera destinada a elaboración de aceite de oliva, fue inicialmente de 1.000 olivos y unas 30 hectáreas.

Actualmente, dicha explotación cuenta con 2.500 plantas, y una superficie de 75 hectáreas, con su propia almazara. Esta se sitúa por encima del paralelo 46, exactamente a 48º47”, siendo la más al norte del planeta y superando la “barrera de los 46º”, tan solo se ubica, a algo más, de 3 mil km de Alaska.

Este es el único lugar en Canadá con un clima mediterráneo. El entorno único, que bendice a Salt Spring con más sol y menos lluvia que las áreas circundantes, consiguen un aceite de oliva virgen extra con un toque de sabor a tomate, olor a higuera y hierva verde recién cortada, con textura potente, y una estancia retro nasal y en boca que con sus especiales atributos, los hacen único en el mundo.

Viajaremos a Shodoshima, (Japón), es una isla del mar Interior de Japón, cuenta con una superficie de 154 km cuadrados, y residen en la misma unas 35 mil personas. El clima es cálido y templado con precipitaciones significativas. Incluso en el mes más seco suele llover, esa humedad de corte mediterráneo, ha hecho que reciba el sobrenombre de la Isla del Olivo.

El olivo recaló en Shodoshima procedente de Estados Unidos, en primera estancia, y después de Europa, en la primera década de 1900, de ahí las diversas variedades, con distintos orígenes (Arbequina, Frontoio, Nevadillo, Manzanillo, Mission y Lucca), el promotor de las primeras explotaciones fue el Ministerio de Agricultura y Comercio de Japón, con el objeto de producir su propio aceite de oliva virgen extra, para el cual el clima mediterráneo impostado de la isla, les confiere sabores dulces, con tenues reminiscencias en cuanto a olores y sabor a huerta primaveral, que recuerdan a la almendra inmadura, y una firmeza en el paladar que los hacen plenamente excepcionales.

La isla cuenta con un parque temático destinado de forma íntegra, al olivo, a la aceituna y al aceite de oliva.

Posiblemente a todos nos suena La Isla Mauricio, un país soberano de unos 180 kilómetros de costa, ubicado en el océano índico y con algo más de un millón de habitantes residiendo en su paradisíaco entorno, uno de los parajes más recónditos, salvajes y  exóticos es La reserva Bras d’Eau, un emplazamiento de la costa este, de algo menos de 500 hectáreas, toda una auténtica selva indígena cubierta de olivos silvestres (acebuches) y ébanos, acompañados esporádicamente de especies exóticas, como eucaliptos, araucarias, etc. la isla, paso obligado que condujo al olivo, subespecie africana, hacia Oceanía y Asia. Ya en el siglo XV los habitantes de la isla usaban el aceite extraído del fruto de estos acebuches milenarios, como inestimable mercancía intercambiada con visitantes, turistas, transeúntes, marineros, y un largo etcétera de personas que visitaban la isla por su situación geográfica y posición estratégica con respecto a las rutas marítimas internacionales. El AOVE, aun elaborado en la isla mediante métodos tradicionales, casi rudimentarios, es aromático, con reminiscencias salvajes y exóticas a hierbabuena, tomillo, frutos rojos, picor, y alguna nota amarga, que lo hacen único, y exquisito.

La Isla de Oxney (Reino Unido), localizada al sur del país, en el condado de Kent, es un emplazamiento que toma su nombre durante el siglo XVI, y que con el transcurso del tiempo ha pasado a ser un simple apodo, pues en la actualidad se trata de un promontorio en tierra firme, ya no está rodeado de agua. En dicho entorno, uno de los lugares más secos y cálidos del Reino Unido, en 2002 la familia Davy, tras disfrutar de su luna de miel en Italia, e interactuar con esta filosófica de vida, hicieron el sueño realidad, y 3 años después ya tenían 2 hectáreas de olivar, unos 200 olivos en total, principalmente de las variedades frantoio y leccino, produciendo sabrosa aceituna de mesa, y un aceite de oliva de harmónico equilibrio, toques canela y hierva fresca, conferidos por la exclusiva brisa que le aporta la constante pugna entre Mar del Norte, y Océano Atlántico disputándose el viejo Canal de la Mancha.

La región de Rheinland (Alemania) está dividida a ambos lados del Rin, cuyo clima nórdico es atenuado por el efecto del transcurso de dicho rio, desde 2005,  por obra y gracia de los Hermanos Becker, dueños del vivero Stommelner Heinz Becker; forman parte del entorno natural unos 220 olivos, de secano y un solo pie, a 3,5 x 4 m, distribuidos por algo más 1,5 hectáreas, casi todos ellos de la variedad Leccino procedentes de Italia, un ejemplo más de que el olivo arraiga no solo en su hábitat común, sino que también lo hace en aquellas zonas de confort, y exclusivos microclimas que el capricho de la naturaleza le otorga, proporcionando en este caso, en la Bahía de Colonia, un extraordinario aceite de oliva intenso, frutado, con generosas reminiscencias a alcachofa, alloza, y tomate inmaduro, estructurado y aterciopelado en boca.