En el asentamiento de Castellucio, Sicilia, varios investigadores y arqueólogos reconstruyeron a partir de 400 fragmentos encontrados, un recipiente de forma oval, adornado con cintas y tres asas verticales, donde se almacenaba aceite de oliva. Las investigaciones realizadas sobre él, lo datan en torno a 2000 años a.d C, lo que evidencia la presencia de aceite de oliva en Italia en la edad de Bronce temprana.

Existen evidencias más antiguas, situada en Israel y Grecia de la presencia de aceite de oliva en las culturas. Una de ellas, la más antigua de todo el medio Oriente, se encuentra en la excavación de Baja Galilea situada en el distrito norte de Israel, en Ein Ziporri. Se descubrió que la cerámica encontrada, tenía restos de aceite de oliva lo que vislumbra que este alimento formaba parte de su dieta cotidiana.

Otro uso que se le atribuye al aceite de oliva, es su uso como combustible, mediante la quema de madera y aceite produciendo poco humo, lo que proporcionaba una ventaja en las cuevas con respecto al uso de otras alternativas como podían ser las grasas animales.

El primer registro del uso de madera de olivo como  combustible, data de aproximadamente 790.000 años encontrado en una chimenea situada en el interior de una cueva que contenía restos de carbón de leña procedentes de olivos silvestres, lo que refleja la antiquísima presencia del olivo en el planeta y su utilización a través de las ascuas producidas por la quema de la madera verde de olivo, mediante la cual, aquellos lugareños cocinaban y se calentaban, una vez más, gracias a la presencia de este cultivo.

Todos estos hallazgos demuestran la evidencia del uso del aceite de oliva, resultado de la domesticación y de la hibridación natural que ha dado lugar a lo largo de generaciones y civilizaciones a la formación de nuevas variedades adaptadas al medio donde se desarrollan capaces de dotar al ser humano de un bien supremo, el aceite de oliva.