La sexualidad se puede atribuir a un aspecto típico del humano, que además de asumir la función reproductora, implica otros aspectos como género, emoción, sentimiento y placer, a diferencia del concepto sexo, que conlleva exclusivamente la función reproductora para perpetuar la especie. Sexo es función, mientras sexualidad atiende a la forma.

Con el descubrimiento de la agricultura, los primeros seres humanos gozaban de mayor tiempo libre que les hizo explorar nuevas formas de placer más que la función meramente reproductiva.

En el antiguo Egipto, la sexualidad estaba considerada como una representación de la creación y un aspecto esencial, incluso la prostitución se podía considerar como sagrada, y el adulterio y el incesto estaba socialmente aceptado.

En la Antigua Grecia, la sexualidad se consideraba un tema educativo, el hedonismo, el placer y el erotismo eran el eje de la concepción del sexo, las orgias estaban permitidas y la admiración a la belleza del cuerpo humano estaba presente en esta civilización.

La devoción por el sexo y la sexualidad era tal en esta civilización, que se recomendaba su práctica para prevenir depresión, indigestión, dolor lumbar e incluso ictericia.

Para potenciar el placer de esta práctica, los griegos usaban AOVE como lubricante, a fin de mejorar la experiencia Así existen algunas evidencias del uso de AOVE como lubricante en el 343 a C., e incluso, Aristóteles alumno de Platón que asistía a la ‘akademia’ en un bosque sagrado de olivos, a las afueras de Atenas, lo referenció en uno de sus tratados de La historia de los animales, compuesto por 10 volúmenes.

Se dice que, durante los primeros tiempos, el aceite de oliva era un producto básico en los burdeles. Es reconocible que el AOVE haya sido uno de los principales productos de comercio a lo largo de la historia, ya que tiene múltiples y placenteros usos.