Se ha constatado de manera científica que un paseo por campo de olivos nos ayuda a refrescar la atención voluntaria, además permite al cerebro recuperarse de los ruidos y luces de la ciudad, que se relaja por la acción de la luz natural, el sonido de los pájaros o el susurro de las hojas mecidas por el viento. Los estudios indican que quien vive en una gran ciudad tiene un 40% más de posibilidades de padecer un trastorno de estado de ánimo, el factor que más contribuye al desarrollo de una patología mental es el estrés social.

Hablemos un poco de Neuropsicología: La amígdala está implicada en la regulación emocional y del estado de ánimo y desencadena en el organismo reacciones de alerta frente a situaciones de peligro potenciales o reales. Al parecer, cuanto mayor es la ciudad de la que procede una persona, más hiperactiva se muestra su amígdala en situaciones estresantes. Sin embargo, no se inmuta cuando el área de procedencia es una zona rural.

Un dato a tener en cuenta, ya que la activación de esta zona del cerebro se relaciona también con la depresión y los trastornos de ansiedad, como explica Meyer-Lindenberg. Puesto que en el entorno urbano el riesgo de padecer ansiedad y depresión es más alto, la hiperactividad de la amígdala puede ser el mediador entre el estilo de vida urbana y el riesgo de padecer estas enfermedades mentales.

Con esta información proporcionada, a nivel práctico os sugerimos que vayáis a menudo a dar un paseo por un campo de olivos o, si no tenéis la suerte de contar con uno cerca, acudid a un parque. Con un paseo de 20 minutos diario es perfecto, y cuando podáis, que os escapéis a la montaña a realizar una caminata y a tumbaros y observar la naturaleza.

Por otro lado, si tenéis un familiar que padece deterioro cognitivo leve o Alzheimer en fase leve y físicamente se mueve bien, utilizad la naturaleza tal y como os acabo de indicar como recurso terapéutico.