El olivo del Sahara, u olivo de Laperrine, (toma su nombre del militar francés que tantas veces surcó este desierto) se trata de una subespecie de acebuche mutada en la adversidad y que es capaz sobrevivir y producir acebuchina con precipitaciones inferiores a 50 mm, y temperaturas de entre -21 y 60 ºC. No en vano lo olivareros del Sáhara mejoran genéticamente sus cultivares con esta subespecie, cuyo origen se remonta al Pleistoceno.

Esta subespecie se encuentra principalmente en las montañas del Sahara, desde el sur de Argelia hasta el noreste de Sudán.

Dada su gran capacidad para sobrevivir en condiciones extremas, tanto por temperatura, como por escasa humedad, se trata de una muy interesante variedad que podría ayudar a repoblar zonas desérticas, además de para mejorar genéticamente las existentes, haciéndolas más resistentes a la dureza climatológica y sequías prolongadas. No en vano, si se trabajara con esta subespecie y sus características de comportamiento, en lugar de 58 países productores, por las limitaciones orográficas, climatológicas, o edafológicas, este cultivo podría extenderse a una veintena más de países como mínimo, pasando a producir casi 80 naciones aceite de oliva, o aceitunas e mesa, y limitando en cierta medida las vecerías y alternancias productivas.

Por tanto, al igual que con toda la biodiversidad que estamos perdiendo, todas las especies y subespecies del mundo natural son muy importantes y contribuyen al equilibrio global y futuro. Luchemos por mejorar nuestro mundo, y no destruirlo.