A finales de los años 60, Robert Redford huyó de Hollywood y se refugió en Mijas, Málaga, atraído por su paisaje, los lugareños, el burro-taxi y los campos de olivos.

Pasó su primer mes en España sin hablar, sentado mirando al horizonte, contemplando Fuengirola, la línea de la costa al fondo y las casas blancas de Mijas. Absorto en sus pensamientos, viviendo como un “hippy”, «No tenía ningún plan en concreto. Quería pintar y leer, eso es todo», confiesa Robert Redford en sus memorias.

En sus memorias, Redford confiesa que también hacía el camino hacía el litoral, el cual le ayudó mucho en su retiro, paseando por campos de olivos, hasta Fuengirola «para comprar vino y víveres».

El retiro duró 6 meses y, además de expulsar “sus demonios”, disfrutó con la cultura del lugar, y con su gastronomía, de la que aprendió varias recetas de ensaladas, posiblemente cultivadas en su vieja casa, aliñadas con aceite de oliva virgen extra, el cual adora, y al que acude para recordar su experiencia.