Los olivos Loaime que dieron origen a la variedad hace 1.300 años, en plena producción.

Entre las localidades de Calicasas y Güevéjar, en Granada, se erigen firmes, solemnes e inquebrantables unos ancianos de savia joven, testigos de la misma creación de Granada, de la Alhambra, de la llegada de moriscos y de la reconquista y expulsión de Boabdil. Los olivos milenarios, según estudios entre 1.300 y 1.700 años, han sido testigos de innumerables historias y vivencias. 

A su sombra, romanos, moriscos, cristianos… han recogido su fruto y proporcionado cuidados suficientes para que, más de 1.000 años después, sean capaces de proporcionar más de 500kg de fruto cada uno.

Entre ellos hay lucio, picudo, lechin, manzanillo, negretes, cornicabra, hojibalancos y marteños, aunque la mayoría de estos supervivientes son Loaime. Esta variedad comenzó a ser cultivada por los árabes y actualmente está presente únicamente en la especial orografía de la tierra granadina.

Quedan pocos olivos de esta variedad Granadina, casi se puede decir que están en extinción, siendo estos olivos los que dieron origen a su especie.