Gianfranco Vargas Flores consultor y profesor de AOVE relata como cada 3 de noviembre, lamentan la muerte del primer santo de la Iglesia Católica que fue mestizo. San Martín de Porres o Porras Velázquez nació en Lima, Perú, el domingo 9 de diciembre de 1579. Era hijo de Juan de Porres, que era español y de Ana Velázquez, panameña.

A lo largo de los años de su servicio, fue capaz de unir los tres grupos que formaban el virreinato de Lima. No fue una tarea fácil ya que existían diversos conflictos entre estos grupos en ese momento. Martín de Porras tenía amor y respeto por todos los grupos y los curaba de la misma manera, sin importar su origen étnico o su cultura (ya fuera indígena, negra o española). Esto fue, y sigue siendo un gran ejemplo de unidad en las peores circunstancias en una sociedad tan fracturada.

Santa Rosa de Lima fue contemporánea de Martín de Porres, e incluso fue amiga de San Juan Macías. En 1962, fue canonizado más de 300 años después de su muerte. De hecho, en la última misa dada en el Vaticano por el Papa Francisco, San Martín de Porres fue celebrado y mencionado por el pontífice argentino.

Sus restos se encuentran en la Basílica de Santo Domingo en Lima. Hoy en día, se le considera uno de los santos patrones de la organización caritativa Cáritas.

Martín de Porres fue capaz de distinguirse como un santo a través de todas las formas menos las típicas. No era un predicador, un mártir o un teólogo. En realidad, pudo destacar por sus actividades como olivarero e iniciador del cultivo del olivo en lo que hoy llamamos el Bosque del Olivar de San Isidro, que antes se llamaba Hacienda de Rosario. Esta tierra fue parte de una donación a la Orden de los Predicadores en 1539, y está ubicada en una parte del camino real o incaico que conduce a un templo dedicado al dios inca Pachacamac.

Fue en 1637 cuando San Martín plantó algunos olivos a lo largo del camino. Se le citó diciendo: «Cortaremos estacas (de los olivos) para que del camino real al molino podamos hacer un olivar (…) Y dirán que Dios perdona a quien plantó este olivar».

Así que sabes que no es un mero mito, la edad de los árboles han sido datados con precisión por la Universidad Politécnica de Madrid. Lo hicieron utilizando una tecnología de vanguardia llamada Santander.

Aunque San Martín ya se ha ido y ya no está con nosotros, estos árboles siguen luciendo su esplendor y han permitido que su recuerdo perdure.

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